Todas contra el presidente

La huelga de las mujeres está en camino. La fecha será el 8 de marzo, el Día de la Mujer. Tomé clases de literatura y de música en el edificio del incidente del Triangle Shirtwaist Factory Fire, el incendio donde murieron las mujeres inmigrantes que trabajaban para la fábrica de ropa: uno de los eventos que se conmemora en esa fecha, aunque el día no sea el exacto. Estudiantes de todas nacionalidades suben y bajan por esos pasillos, muchos sin saber que esos acontecimientos ocurrieron ahí.

Este país nunca ha visto una huelga general, aunque ha habido varios intentos fallidos por organizarla. Pero nunca antes un movimiento había librado, como con salto olímpico, la brecha generacional, las diferencias de raza y religión, de posición social. La Marcha de las Mujeres el 21 de enero no sólo fue una muestra de poder sino de unidad sin precedentes. Musulmanes y judíos, ateos y cristianos, jóvenes y viejos de todas las razas. Hombres y mujeres. En todo el país, las multitudes salieron a las calles sumando más de 400 marchas simultaneas. Al final del día, dejaron un saldo de 0 arrestos. Mi cartel favorito fue uno que muy acertadamente se volvió popular gracias a una foto que expresa el humor y la aceptación de lo absurdo de nuestro presente: I can´t believe I still have to protest this fucking shit, sostenido por una anciana que sonríe con ironía. “Estoy tan enojada que hice un cartel,” fue otro. La denigrante grabación del presidente hablando orgulloso de sus acosos encontró una respuesta en This Pussy Grabs Back. Las plazas se llenaron de mujeres que gritaban My body! My choice! mientras los hombres respondían Her body! Her choice! en referencia a las abominables políticas que afectarán nuestras decisiones de control de natalidad.

El movimiento que despertó Trump sin quererlo unificó a un amplio sector de la sociedad estadounidense. Ni los movimientos contra la guerra de Vietnam, ni por los derechos civiles habían logrado dejar atrás tantas diferencias. Ahora es la mayoría enfurecida por la falta de respeto a su voto y a sus impuestos, por la negligencia respecto al apremiante problema ambiental, por los atropellos a los derechos de los inmigrantes, por la criminalización de los mexicanos, musulmanes, afroamericanos, por la corrupción y la incompetencia. Pero la delantera en la indignación la llevan las mujeres. El hecho de que un acosador sexual haya ascendido a presidente, arrebatándole el lugar a quien pudo ser la primera presidenta de USA, por demás impopular y cuestionable, ha indignado más de lo que en inicio se esperaba. Y el movimiento de Women´s March se ha propuesto una agenda radical y apretada, no han dado descanso a la administración de Trump. Se ha propuesto también repensar y recalibrar el feminismo, volverlo un arma no solo contra el machismo sino de manera más general, contra el neoliberalismo y sus jinetes del Apocalipsis: la desigualdad social, la destrucción sistemática del medio ambiente, la tiranía de las empresas.

Pienso que algo bueno saldrá de todo esto, algo cambiará. Estos momentos son los que escriben la historia y el entusiasmo es la reacción normal para una persona que comprende su trascendencia. El día en que las noticias sobre la cercanía de la influencia rusa en la campaña de Trump aparecieron en CNN, todos escuchamos al final de la práctica de kung fu, en el Shaolin Temple, y festejamos por la vaga posibilidad del impeachment. Yo escuché decir a una adolescente, “estoy muy emocionada de vivir aquí y en estos tiempos”.

En la universidad, una alumna afroamericana se viste todos los días con su playera de BlackLivesMatter, o Stop Shooting Us; en Halloween, se disfrazó de asesinada por la policía, con un balazo tan perfectamente maquillado en la frente que cada vez que entraba alguien nuevo al salón se asustaba al verla. Otra alumna, originaria de India, llegó en traje tradicional el día en que la universidad se manifestó en apoyo a los inmigrantes; fue su forma de recordarle a sus vecinos republicanos de Long Island que, aunque ella tenga una buena posición económica, cuando están hablando de inmigrantes están hablando también de ella. Otra más de mis alumnas fue arrestada en una de las marchas. Todos nos preocupamos, pero ella llegó al día siguiente y sólo dijo que en su expediente no sería más grave que una multa por conducir mal.

Salir a las calles y arriesgarse a los arrestos no es para todos. Mi compañera de estudio es entrenadora de perros, tiene renta estabilizada en un lindo apartamento en East Village y sospecho que no es de las que sale muy seguido a protestar, pero su muy particular forma de traducir su indignación fue mandar a hacer cientos de bolsitas desechables para la mierda de perro con la cara de Donald Trump: La mierda en su lugar. En México, una de mis tías, en un gesto casi opuesto, conciliador, colgó en las rejas de la embajada estadounidense una manta que decía: “…y para aquel que levanta un muro contra el amigo, cardo ni ortiga cultivo, cultivo una rosa blanca”. Incluso los policías que custodiaban la embajada entendieron el acto poético y querían sacarse fotos con la manta. A muchos les parecerán gestos inútiles, pero lo importante es hacer algo, por mínimo que sea, porque como escribió Sontag, no hacer nada, permanecer en el letargo de la impotencia, se transformará a la larga en frustración y en apatía.

Y aquellos conquistados irremediablemente por la apatía y el individualismo siempre estarán presentes, se indignarán si perturban su agenda, tan llena sólo de sí mismos. En una de las marchas por la Quinta Avenida, muy cerca de la Trump Tower, una rubia de cirugía plástica, abrigo elegante y bolsas de compras en mano nos grita enfurecida, “¡Bájense ya de su torre de marfil!” No puedo ni imaginar dónde escuchó la frase ni qué le hizo pensar que el momento correcto para vociferarla era ante el montón de hispanohablantes asalariados que somos nosotros. LadyTorredeMarfil. Una latina en línea insiste en que ella no se escandaliza por la grabación donde Trump insulta a las mujeres, ella sí que se valora a sí misma, tiene una alta autoestima y Trump no la intimida: precisamente por eso decidió votar por él. LadyAutoestima. Una opinóloga arrogante escribe en un periódico lo mucho que le aburre el feminismo actual y esas marchas de cartulina, tan por debajo de su intelecto, además le han arruinado su cena en familia. LadyBostezo. Me niego a llamar víctimas a mujeres así, como algunas ramas del feminismo, más generosas que yo, diagnosticarían. Para mí son mercenarias, conformistas. Mi reacción inmediata ante estas ladies siempre es la misma: me dejan congelada, no puedo creer que existan, pero eso habla también de mis privilegios, de los cuales creo que el mayor es estar rodeada cada día de mujeres inteligentes, admirables, solidarias. A veces quiero creer también que, aunque no somos todas, somos más.

En tiempos en que un pesimismo abrumador ha sido mi cotidianidad no sé cómo pude llegar a estas reflexiones tan arrebatadamente optimistas. En el fondo, creo que aguantaremos a Trump y a sus secuaces por cuatro largos años y los daños en muchos aspectos serán irreparables: para el medio ambiente, para los inmigrantes, para las mujeres. El retroceso será devastador y las marchas continuarán por las mismas peticiones básicas de siempre porque los Trumpistas seguirán diciendo que es mejor un presidente millonario, con una tercera esposa modelo, alguien con quien puedan tomarse una cerveza y no un maldito sabelotodo o, peor, una mujer. Los incidentes continuarán. Unos días después de la toma de poder, en una calle solitaria, un hombre gritaba detrás de mí como un lunático, “Donald Trump is president! All women are bitches!”, yo esperé con cautela y dejé que pasara de largo. Apenas hace seis días, un par de skin heads acuchillaron a dos antifascistas a unas cuadras del Shaolin Temple. Casi a la vuelta de mi casa, alguien escribió en unas cajas en la banqueta, los judíos pertenecen al horno. En una línea del metro, alguien tapizó las ventanas con suásticas escritas con plumón indeleble, pero en Facebook alguien reportó que los pasajeros se dieron a la tarea de borrarlas lo más rápido posible con limpiador de alcohol para manos. Porque tal vez a veces se trata sólo de eso, de no permitir que ellos tengan la última palabra, de insistir en nuestra idea de un mundo más digno y no perderlo de vista. El Women´s Strike será una forma más de insistir, llegará y pasará, tal vez como un éxito histórico en las luchas sociales, tal vez como una más de las protestas más o menos logradas. En lo personal, sé que continuaré oscilando y unos días me entregaré a la consigna más optimista, al idílico pero imposible LoveTrumpsHate, y otros días el pesimismo abrumador me hará volver a esa otra consigna cargada de fastidio e indignación pero igualmente válida y sobre todo inconforme: I can´t believe I still have to protest this fucking shit.

Nueva York, 2017

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