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Releyendo a J. M. Coetzee y recordando a Colin White
Releyendo a J. M. Coetzee (profesor de literatura, ferviente defensor de los derechos de los animales, enérgico escritor, premio Nobel 2003) y recordando a Colin White (profesor de letras inglesas de la UNAM, soldado, minero, leñador, constructor de barcos, capitán de los mismos y, para tristeza nuestra, fallecido el 6 de diciembre del 2007), descubro y redescubro que, en el juego de la realidad y la ficción, de la vida y la literatura, tanto la conferencia Nobel del hombre de Sudáfrica como las enseñanzas del hombre de Gran Bretaña continúan vigentes, en constante transformación y siempre renovadas en las metáforas que dejaron bien sembradas. El 7 de diciembre del 2003, M. Coetzee, desde el pódium donde la Academia Sueca lo colocó para dar una conferencia usualmente común y llena de agradecimientos, decidió en cambio leer un cuento, una ficción, un acertijo, rompiendo así con las convenciones y despertando en sus oyentes el deseo de cuestionar e interpretar el significado de la premiación misma, de los escritores clásicos y los recién premiados, de la literatura y su constante transformación. Colin White, en la Facultad de Filosofía y Letras, desde los escritorios donde muchas veces prefería sentarse para balancear los pies y mirar más abiertamente a sus alumnos, nos enseñó a rechazar la rigidez académica, a responder a la literatura con nuestra propia experiencia y nuestro propio pensamiento, a comprender sin el peso de teorías literarias y de palabras rebuscadas que podían oscurecer el mensaje vivo de la literatura: “el arte no admite paráfrasis”, escribió Colin White con motivo del Nobel 2003, “y Coetzee es, como pocos de nuestros contemporáneos, un artista consumado”.
Coetzee, quien pisara tierras mexicanas en 1998 sin recibir grandes homenajes, sin ser casi leído por nadie, es ahora el escritor que todos dicen leer. El sudafricano, ahora parte de nuestro canon literario, nos exhorta sin embargo a percibir la constante transformación y lucha entre la tradición y la novedad, entre el maestro y el discípulo, los cuales coexisten a través de la historia, a veces como amigos, a veces como enemigos. Colin White, quien llegó casi por azar a puerto mexicano en los tardíos cincuenta para ejercer por más de cuarenta años su vocación de maestro, nos exhortaba constantemente a cuestionar la vida académica y a percibir la literatura como algo vivo, a leer apasionadamente; y aunque torciera el gesto con incredulidad cuando alguien presumía escribir insistía también en que no fuéramos tímidos al confesarlo, en que debíamos buscar el placer en nuestra propia escritura. Coetzee, con su incomparable conferencia Nobel, nos enfrentó de forma inesperada y original a las profundidades de la ficción y de la historia literaria. Colin White, en su salón de clases y en la cotidianidad, nos enfrentó cara a cara a la literatura y a la vida misma.
A varios años de la premiación del Nobel 2003, J. M. Coetzee se ha convertido en un clásico vivo. Para cientos de sus alumnos, colegas, amigos (y quizás enemigos), Colin White se ha convertido en un recuerdo que nos parece a veces leyenda. Queda de nosotros leer y releer a Coetzee, responder a él con nuestra propia experiencia y pensamiento, con nuestra propia escritura, cuestionarlo, enfrentarlo en la constante ambivalencia de quien pregunta a la puerta “friend or foe!”; queda de algunos de nosotros recordar, transmitir y “vivir” las enseñanzas de Colin White, a quien dedico este ensayo, (al cual él ayudó a crecer y dio el título: Friend or Foe!) por enseñarnos siempre a encontrar nuestra propia voz en la historia, por ser siempre el maestro jugando a ser amigo y enemigo y siempre, diría Coetzee, el capitán de barco demasiado ocupado para decir adiós.
Una reseña de Amigo o enemigo, por Vicente Alfonso.