“De alguna manera, somos huérfanos de esos parques de atracciones hoy tratados como chatarra vieja. Con la facilidad actual para viajar al extranjero, muchas personas escupen la mano que les dio de comer. Pero durante los años 70 y 80 -cuando viajar era para unos pocos- esos espacios fueron mucho más que parques de atracciones. Ir a Fantasilandia o Mundomágico no era algo trivial, especialmente si ibas solo con amigos sin la mirada castradora y vigilante de los padres. Era un evento especial, un mundo aparte que alimentaba nuestros sueños. Entrar al Boomerang, al Kamikaze o a los Piratas del Caribe era la oportunidad de salir de la rutina, del día a día dictatorial. El vertiginoso libro de Elisa Corona gatilla las historias que cada una de las miles de personas que pasaron por esos coloridos oasis de entretención tienen por contar. Gracias, Elisa, por este pasaporte a “la diversión total”, el imperecedero lema comercial de esa Fantasilandia de mi niñez.” Rodrigo Miranda
“Son pocas las experiencias asociadas con tal naturalidad a la infancia como lo es el desfile circular de un carrusel, de una rueda de la fortuna y de una montaña rusa. Elisa Corona Aguilar devela al lector la historia de estos artilugios, cuyo único fin es que sus usuarios se coloquen a sí mismos durante unos minutos en una marcha uniforme y previsible.” Diana Fuentes